Los seres humanos han aprendido a aprovechar la energía existente de la naturaleza.
Cuando el planeta se formó, las únicas fuentes de energía eran el sol y la energía térmica del centro de la Tierra.
Con la formación de la atmosfera y los océanos nacieron la energía eólica(que proviene del viento) , e hidráulica (que consiste en le flujo y caída del agua).Al comenzar la vida, también se inició la acumulación de energía como biomasa, es decir, de cuerpos o entes vivos.
A lo largo de mucho tiempo se formaron el petróleo, el carbón y le gas natural, creando así fuentes fósiles de energía.
Todas estas formas de energía se pueden dividir en dos tipos: E – utilizada racionalmente, no se acaba, es decir, puede recuperarse o regenerarse. No renovable, en cambio, significa que , independientemente del manejo que se haga, la energía se agota y, por lo tanto, no puede recuperarse ni regenerarse en el tiempo para los seres humanos.
Las energías renovables son todas aquellas que, al provenir del sol de forma directa o indirecta, son inagotables a escala humana. Efectivamente, además de la energía que proporciona el sol, está es el origen de la energía eólica (los cambios de temperatura son los que provocan las diferencias de densidad que consigan el viento); la hidráulica ( el sol rige el ciclo del agua, al provocar la evaporación y las lluvias), y de la formación de la biomasa ( la materia vegetal que se sirve de sol para vivir y crecer).También son inagotables la energía geotérmica, procedente del vapor natural de la Tierra, y la de las mareas, causada por los campos gravitatorios terrestre y lunar.
Además de ser virtualmente inagotables, estas fuentes de energía se consideran también fuentes limpias, ya que son mucho más benéficas con el medio ambiente, el cual es mínimo cuando la fuente es renovable.
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